Me quedo mirando fijamente el humo del cigarrillo y no puedo evitar comprobar lo parecido que es a los sueños, que como el humo, desaparecen disipados en el aire, dejándonos tan sólo un poco de sabor en la boca y la necesidad de darle otra calada al cigarro hasta terminal con él.
“Los sueños son humo y como humo en el aire quedan”.
Si existiera una forma de medir el volumen, el peso, el espacio que ocupan mis sueños no hechos realidad, os puedo asegurar que no habría camión donde transportarlos, baúl donde guardarlos ni puto infierno donde quemarlos.
Y lo más gracioso de todo esto, es que la gente se suele preguntar y preocupar por… ¿Dónde coño van los besos que no damos?, si no los damos… donde van a ir. Pero con nuestros sueños, la cosa es totalmente distinta, diferente, nada que ver con el tema de los besos, ellos si han tenido vida, si alimentaron nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestra pena, nos dieron la vida y en un instante no la quitaron. Y yo si que ahora, llegados a este punto, os pregunto… ¿Dónde van los sueños que no se cumplen?, por alguno de ellos estoy seguro que más de uno y de una, habrían vendido su alma al mismísimo Diablo, me contaría entre ellos, si no fuese porque la mía ya la vendí hace tiempo.
No se vosotros, pero yo seguiré soñando, para poder seguir tirando del carro y jodiéndome por no verlos cumplidos.
No importa... ahora ya no importa.
Manuel Henestrosa de Antillón.