jueves, 3 de febrero de 2011

Sueños de un soñador.

     Foto: Manuel Henestrosa.

Soy un soñador prisionero de su pasado.
Soy la presencia que te rodea acariciando tu cuerpo, sin tocarte a penas y apenas puedo dejarte escapar. Como un fluido mágico, casi formo parte de ti, percibo el ritmo de tu respiración, el pulso de tu corazón, huelo tu esencia y sufro con tu ilusión, esa ilusión que entre rejas te tiene pero a la vez te conserva la razón… no quieres escuchar los llantos de tu alma que hasta desde afuera los percibo yo. Cierro mis ojos para no verte, no necesito tu imagen ni tus miradas de perdón, tampoco quiero tu odio por algo que no hice yo, ni tan siquiera tu pena que guardas en un cajón. Me alimenta sentarme a tu lado mientras duermes y tus preguntas sin rencor. El miedo a perder tus cadenas, tan sólo te dejan soñar… mírate al espejo de la verdad y quizás entonces lo entiendas todo, sin preguntas ni miedos ni tan siquiera el dolor, de saber que dejaste escapar tu tiempo y con él se fue tu amor.
Sonríe… aún te queda mucho para que termine esta función.

                                                                                                    Autor: Manuel Henestrosa de Antillon.

EL MANUSCRITO CARMESI.

                                 Foto: Manuel Henestrosa.

Quizás las características de un milagro sean precisamente esas: El exceso y la innecesariedad;  como si fuese un además o un lujo de la naturaleza, para que se distinga sin el menor titubeo la intervención de lo sobrenatural. No obstante, yo aborrezco los milagros que llevan la contraria a la evidencia, o incluso a la razón; no los que son suprarracionales, y consisten en un mayor despliegue de las facultades o potencias ya de la naturaleza ya del hombre, sino los que son irracionales, o peor, antirracionales. Imponer al hombre el arrodillamiento sin un porqué, me parece abusivo: un Dios que actuara así no sería respetable. Es lo que me sucede con el dogma cristiano que nos separa más: el de la Trinidad. Para mí es una pobre forma humana de pintar una teratología, una monstruosidad. La divinidad no tiene por qué ser explicada, pero tampoco tiene por qué ser inexplicable. Por supuesto, que somos obra de ella. Nos excede, pero no nos tacha…
                (Antonio Gala)