La libertad de un caminante sin destino,
cuyos pasos son guiados por un sentir,
tan intimo, tan sincero, tan profundo,
que es difícil saber que siente, que
ameniza esa mente sin fronteras,
sin muros que derribar,
tan sólo con rincones oscuros,
que mejor dejarlos pasar.
Con el único anhelo de lo que vemos
en el horizonte, próximo y a la mano,
con esa sensación profunda,
honda y oscura,
tan inútil de explicar como complicado de entender.
Me gusta mirar su frente despejada y amplia,
sus ojos limpios,
infinitos
y muy dulces.
Tan dulces que te hacen olvidar el correr del tiempo,
caminando a su lado eres grande…
inmensamente grande y el camino pequeño.
Déjate llevar sin más…y sueña.
Manuel Henestrosa de Antillón.