domingo, 12 de diciembre de 2010

   El caminar hacia ningún sitio fijo, sin saber quien, ni que nos espera al final de este largo y amargo paseo. El corazón se nos encoge cada vez que sentimos la brisa del espíritu correr a nuestro lado, atravesándonos sin pedir permiso, sin importarle nada el dejarnos sin vida por un instante. Se nos para el tiempo, se nos escapa.
   No tenemos el ánimo para batallas, pero no podemos impedir viajar en el tiempo, sin que nuestro cuerpo nos acompañe y nuestras armas queden allí, olvidadas por el fin de la eternidad. Ya no podéis hacernos más daño (no se puede morir dos veces).
   Pero a pesar de todo, sigo sin saber quien fui,  sin saber si hice el bien o hice el mal…

                        (Manuel Henestrosa)
                                                       By Manuel Henestrosa

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